Hello hello,
Decidí juntar estos días de Blogmas en uno solo para platicarles algunas cosas sobre por qué me ausenté y otras cosas que he estado pensando y que me gustaría compartirles, aunque nadie me haya preguntado jajaja. Planeo ser completamente honesta, sin ediciones y sin pelos en la lengua, como dicen. Así que, ahí les va el chisme:
Primero, el jueves pasado fue el cumpleaños de una persona muy cercana. Me desconecté porque intencionalmente quería estar presente en la celebración. Todo estuvo muy ameno, pero debo confesarles que este día siempre es un poco complicado. Digamos que a veces es difícil querer complacer a alguien… ¡y más cuando esa persona no se deja!
Lo único que puedo decir al respecto es esto: por favor celebra tu cumpleaños y deja que te celebren. Todos en la vida somos especiales, y si sigues aquí en la Tierra es porque Dios lo permite. ¿Qué mejor razón para celebrar la vida? A veces creo que, con los años, las personas pueden amargarse más, pero… ¿y si fuera al revés? ¿Qué pasaría si con el paso de los años te alegraras más y más?
En fin, después llegaron el viernes, sábado y domingo… y esos días fueron una locura. Para los que no lo saben, además de todo, también me considero chef repostera. Bueno, no es que "me considere", porque realmente tengo un emprendimiento que empecé el año pasado y que, honestamente, me ha costado mucho trabajo mantener a flote. Tal vez por mi necedad de no invertirle más tiempo, etc., etc. Pero bueno, creo que ese chisme se los contaré en otro momento.
El caso es que me inscribí a un bazar navideño, y por eso el viernes fue día de planeación y preparativos para todos los productos. Debo decirles que me encanta hacer eso, pero al final del día terminas como si te hubiera atropellado un camión. Yo me encargué de todo: hacer la lista de insumos, ir a la central a comprarlos, sobrevivir al tráfico de la CDMX, encontrar tiempo para comer, preparar los productos, empacarlos, planear cómo organizar la mesa, conseguir props, un mantel, una mesa… ¡todo!
Y aquí es donde entra lo que quiero compartirles. Mientras hacía todo eso, hubo momentos en los que sentí que ya no podía más. Había tantas cosas por hacer que, sinceramente, en mis propias fuerzas no lo habría logrado. Creo que este mes está lleno de mucho estrés: planes, regalos, trabajo, cierre de año, entre otras cosas que quizás desconozco. Pero solo puedo decirte que la manera en la que yo he podido sobrevivir a todo este estrés decembrino tiene un nombre, y ese nombre es Dios.
¡Please no dejes de leer, espera!
Así como dice la canción "la vida en el mar es más sabrosa," yo puedo decirte que la vida con Dios es más sabrosa jajaja. ¡Pero es real! Cuando todo parece un caos, de verdad no hay otro secreto, ni camino rápido, ni terapia, ni pastillas mágicas. Se llama Dios.
Tal vez te lo han presentado como una figura lejana, pero te prometo que Él está mucho más cerca de lo que te imaginas. Solo porque no lo puedes ver no significa que no está ahí. Si me pongo a pensar en qué es lo que realmente me tranquiliza, es Dios. Poder encerrarme en mi cuarto y ser completamente honesta con Él, decirle cómo me siento, es lo que me da paz. Hay veces que lloro y lloro sin parar. Hay otras en las que me emociono contándole varias cosas. A veces le pido ayuda desesperadamente. Y otras, como el sábado, me sentía tan enojada por una situación que, en lugar de irme a dormir con todo ese coraje por dentro, hablé con Él.
Tal vez sí grité un poco mientras le contaba mi enojo, pero al final, esa conversación con Dios fue como una terapia gratis jajaja. Te sientes tan liviana como una pluma. Solo tienes que creer que Él está ahí para escucharte y que Él se encargará del resto.
Por eso, en todo lo que queda de este mes de planeaciones y estrés, lo que me mantiene en paz y feliz es recordarme siempre que puedo descansar en Dios. Puedo confiar en que Él tiene el control de todas las cosas, y eso me da la capacidad y la fuerza para seguir adelante.
Al final, todo salió bien. Terminé agotada físicamente, y si les enseñara una foto de mi cocina, estoy segura de que pensarían que estalló una bomba nuclear. Pero, gracias a Dios, todo valió la pena.
Termino aquí para no hacer este cuento más largo.
Los quiero,
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